El rostro abatido de Josefa pasaba desapercibido entre tantos rostros desolados que desfilaban por el hospital del Sagrado Corazón.
El diagnostico de su hijo pequeño era lapidario. Le que en un inicio parecía una neumonía resultó ser un cáncer de pulmón imposible de tratar.
Lucas jugaba en su cama del servicio de pediatría ajeno a todo el drama que sus padres experimentaban, mientras una bigotera le proporcionaba el oxígeno necesario para aguantar el día a día.
En eso estaba la familia González cuando el doctor López ingresó a la oficina en donde Josefa y su marido lo esperaban. El rojo de sus ojos y la sombra bajo ellos era signo inequívoco de las noches en vela. El rostro del facultativo no era mejor, parecía un cadáver vuelto a la vida, apecto atribuido a la impotencia de no poder salvar a un niño pequeño.
—Doctor— dijo Josefa con desesperación— ¿Tiene alguna buena noticia?
—Señora González— dijo López tratando de contener la pena—, siento decirles esto, pero hemos tenido que drenar demasiado líquido de los pulmones de su hijo. El mesotelioma ha generado derrames pleurales a repetición. Temo que no podemos hacer nada a menos…
— ¿A menos qué?
—A menos que reemplacemos los pulmones de su hijo.
— ¿Intentaron clonar el pulmón?
—Me temo que no resultará. Tarde o temprano los pulmones desarrollarán cáncer. Lo único que necesitamos es un trasplante.
— ¡Por favor doctor!— Imploró Josefa— Haga algo por mi hijo.
—Josefa— dijo López con aire solemne—, te prometo que haré todo lo que hay a mi alcance para salvar a Lucas. Tienes mi palabra…
A quinientos kilómetros del hospital, una historia distinta estaba ocurriendo. Vicente Osorio daba un paseo nocturno por el camino rural de la localidad de Paine. La brisa de la noche y el brillo de las estrellas era algo que siempre lo calmaba cuando necesitaba pensar.
Caminaba a paso tranquilo pensando en sus asuntos hasta que esa calma desapareció de golpe. Una luz en el cielo lo cegó por completo. Un OVNI, como los de las películas, estaba frente a él. Tenía la forma de un sombrero de copa con luces multicolores que emitían un zumbido que llenaba todo alrededor. Pese al miedo, Vicente trató de sacar en vano su teléfono para obtener una foto, y casi como si la nave leyera su pensamiento, lanzó un rayo que lo paralizó por completo, descomponiendo cada célula de su cuerpo para volver a armarlo en lo que parecía una mesa de exámenes.
Vicente sintió una extraña calma recorriendo su cuerpo, había visto programas de televisión en los que supuestos abducidos relataban la paz que sentían mientras eran examinados. Eso era lo que sentía ahora, incluso con tubos conectados por todo su cuerpo que le daba la apariencia de estar encerrado en una jaula de ciencia ficción.
«Pronto estaré en casa y no recordaré esto», se decía Vicente para hacer más llevadera la situación.
Sintió el ruido de su saliva al tragar cuando se abrió la puerta. Una figura antropomorfa entró a la sala y lo miró a través de su casco.
«Calma Vicente, todo acabará pronto». Su captor encendió varios monitores que escanearon el cuerpo de Vicente que miraba nervioso el procedimiento mientras el ser encendía lo que parecía ser una pantalla holográfica de videoconferencia.
El joven quedó perplejo cuando su secuestrador se retiró el casco, no podía creer lo que estaba viendo. El extraterrestre poseía rasgos humanos.
Al otro lado de la pantalla, otro ser de rostro humano esperaba que iniciara la transmisión.
—Josefa, soy el doctor López. Encontramos un donante compatible con tu hijo. Se trata de un joven del año 2014. Según mis registros, un camión lo atropellará dentro de 30 minutos. Debemos retirar los órganos de inmediato para poder devolver el cuerpo, sincronizarlo con el accidente y volver al año 2648. Alégrese, Lucas se pondrá bien.
Vicente aún atontado por la noticia, no comprendía su destino. Un láser abría por completo su tórax sin que pudiera hacer nada por detenerlo. El dolor era insoportable y vio con desesperación como sus órganos eran extraídos con una precisión quirúrgica.
Nadie escuchó sus gritos en donde el tiempo y el espacio son solo instrumentos para ser manipulados a destajo. Mientras sentía como su vida iba desapareciendo, comprendió que había sido víctima de las criaturas más crueles e implacables de todo el universo:
La propia raza humana.
Me ha descolocado un poco lo de “A quinientos kilómetros del hospital” pero el relato soberbio. Me encantan estos giros que son marca de la casa, jejeje. Un abrazo.
wenas maese Menudencio!
acabo de nominarte para un premio un poco especialito 😛 .. échale un vistazo en mi blog cuando tengas un rato. a ver si te animas a participar.
un saludo, nos leemos!
Sergio
http://miesquinadelring.com/2015/01/22/hook-awards/